Si en post anteriores ya destacábamos la importancia del sentido del humor en el trabajo para mejorar el clima laboral, para la formación de nuestros empleados se reutiliza el mismo algoritmo.

Los formadores deben tener coeficiente humorístico

Las figuras autoritarias ya están pasadas de moda. Los profesionales que imparten este tipo de cursos de formación para los trabajadores deben tener un buen coeficiente humorístico. ¿Por qué? Porque de esta forma lo que consiguen es crear un mejor ambiente.

Asociando los términos que queremos enseñar a conceptos humorísticos, se produce un efecto de significación que se traduce en una mejor asimilación de los conceptos. ¿O es que no te acuerdas de aquella graciosa anécdota que tu profesor del instituto te contó mientras impartía una clase?

Esta tendencia en el mundo empresarial de incorporar el humor o la diversión, está ganando espacio rápidamente.

También cobra relevancia que el clima laboral entre los empleados mientras se estén impartiendo las sesiones de formación sea el adecuado. El humor provoca una mayor cercanía entre las personas mejorando la cohesión y solidaridad del grupo. Incluso si en estas sesiones se realizan tareas, el humor aumenta la motivación para llevarlas a cabo.

Cómo usar el humor en la formación de los empleados

Es importante que el profesional se adapte al lenguaje y código de las personas a las que está formando para que el humor no pierda efectividad. También hay que destacar que un uso excesivo puede desembocar en la total pérdida de efectividad de este. Así que ¡cuidado con hacerte demasiado el graciosillo!

También debemos controlar que no se nos vaya de las manos. No estamos en una clase de primaria, pero en ocasiones se dan situaciones tensas donde no hay que permitir que nadie se ría de un compañero.

No debemos olvidar que la formación también es parte de la experiencia dentro de la empresa. Conseguir que el empleado esté feliz durante su duración sin duda se traducirá en resultados positivos.