El estandarte de muchas empresas, sus imprescindibles reuniones, aquellas que en ocasiones no tienen una finalidad clara ni un tema a tratar, pero se han convertido en una tradición diaria o semanal a la que no desean renunciar. Pero en ocasiones debemos de saber evitar aquellas que nos quitan tiempo de trabajo y no nos solucionan nada. Como por ejemplo:

  • La reunión improvisada. Aquella en la que nadie lleva nada preparado, ni datos, ni análisis, ni gráficas.
  • La reunión excesivamente extensa, en la que sabes cuando entras pero no cuando sales. Explicaciones y datos que el resto del equipo no necesitan saber.
  • El organizador de la reunión se encuentra ausente, por lo tanto se desconoce el hilo de la reunión.
  • Demasiados asistentes. Mejor segmentar por departamentos y si es necesario, hacer una reunión conjunta donde acudirá un responsable de cada sección.
  • Reuniones donde se exponen miles de sugerencias y quejas, y se sabe que no se va a llegar a ninguna solución.
  • Aquellas donde siempre hablan los mismos, a modo de monólogo, y el resto se encuentran como simples espectadores que no tienen turno de palabra.
  • Cuando aparentan estar todos de acuerdo pero en el momento salen se dedican a criticar y a quejarse.
  • Reuniones que se realizan al finalizar la jornada laboral. Los empleados se encuentran en un momento de baja atención y tienen ganas de marcharse. La improductividad está servida.

Pero no nos vamos a quedar con los aspectos negativos. Por ello os damos unas claves muy simples para realizar una reunión productiva.

Ya no hay excusas para perder tiempo (y dinero) en espesas reuniones de trabajo.

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