Todos los años, a mediados de octubre empezamos a escuchar en todos los medios la noticia (y constante recordatorio) del cambio de hora al «horario de invierno«. Un cambio que se realiza con la intención de aprovechar en mayor medida la luz solar y conseguir un mayor ahorro energético y económico.

Las ventajas por las cuales el cambio de hora está vigente desde 1942 son las siguientes:

  • Lucha contra el cambio climático, ya que se reduce el uso de fósiles.
  • Reducción de la contaminación (residuos radioactivos).
  • Disminuye considerablemente la necesidad de uso de materias primas.
  • Se reduce el consumo de iluminación artificial.

Pero este cambio también tiene muchos detractores, que luchan por eliminarlo. La Asociación para la Racionalización de los Horarios Europeos (ARHOE) con José Luis Casero a la cabeza considera que las desventajas son mayores que los beneficios que pueda aportar. Por ello defienden que volvamos a la hora de «Greenwich«, ya que es el huso horario que realmente nos pertenece. Las desventajas del cambio horario que expone este colectivo son que en realidad no supone un gran ahorro energético (se estima un ahorro aproximado de 6€ por casa al año), y también las repercusiones negativas que genera en las personas, tales como alteraciones del sueño, cambios en el estado de ánimo, depresión, sensación de tristeza… Además, a las personas mayores y a los niños les cuesta más adaptarse a dichos horarios.

El presidente de ARHOE sostiene que la medida del cambio horario, además, perjudica a la conciliación familiar y repercute negativamente en la productividad de las empresas.

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